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El retratado es un romano mayor con la cabeza calva. El añadido de un imponente busto acorazado y con paludamento, del siglo XVI, hecho según modelos antiguos de finales del siglo II d. C., conduce a interpretaciones erróneas. La interpretación formulada en 1817 por E. Q. Visconti, y aceptada durante largo tiempo, que veía en todos los romanos con la cabeza calva una representación de Escipión el Africano, resultó ser errónea. Nuevas investigaciones han demostrado que, tanto en gemas como en monedas, el famoso general también era representado sin casco y con una larga cabellera lisa. En cambio en la actualidad, los retratos de este grupo que presentan una cicatriz en el cráneo son interpretados como sacerdotes de Isis marcado a fuego. Según se demostró ya en 1862, estos retratos no representan a una personalidad famosa, sino a romanos cualesquiera. A juzgar por las obras que se han conservado, en la primera mitad del siglo I a.C. surgió la moda de afeitar no sólo la barba, sino también la cabeza. En la misma época, ciudadanos romanos en Roma e Italia se hacen representar con la cabeza rasurada tanto en relieves como en esculturas exentas y aparecen vestidos con una toga ceñida del tipo de la época de la República.

La datación precisa de la cabeza de Madrid puede determinarse tanto por las formas estilísticas como por el material empleado. Los retratos comparables destacan por una mímica muy contenida, formas simples y poco detalladas y un cráneo liso, de plasticidad más marcada por la ausencia de cabello; suelen datarse hacia los años de 40 a 30 a.C. Una parte de los retratos mencionados son de travertino o palombino, otros, como el del Museo son de mármol. Dado que las canteras de mármol de Luni (la actual Carrara) comenzaron a explotarse a gran escala sólo a partir de 30 a.C., la cabeza del Museo no puede haber sido anterior a esta fecha.